Unidades de Medida


La vida cotidiana  necesitaba de las unidades de medida; y cada región, comarca o pueblo tenía las suyas, que incluso guardaba y contrastaba. Para ello había una persona elegida por el concejo, y que denominaban “EL FIEL”.

Cabe destacar que en las medidas lineales era posible, con todas las inexactitudes, la comparación con el cuerpo humano (unidades antropométricas), pero para fijar medidas en tierras de cultivo, y crear magnitudes específicas, se pueden encontrar dos conceptos:

1°) la relación  tiempo/ trabajo necesario para cultivar una superficie, criterio que proviene de Roma y se extiende básicamente por toda Europa, aunque conservándose por siglos en algunos lugares.

2°) la cantidad necesaria de grano o semilla para cultivar una parcela. Este criterio es amplísimo por la variedad productiva, tanto debido al tipo de tierra como a las características climáticas, y de allí deducir la “superficie” necesaria para sembrar dicha cantidad de grano, y por ello hay una enorme variedad de unidades en distintas regiones, ya que la cantidad y especie de grano a utilizarse dependía de cada región y se medía según el tipo y tamaño del recipiente capaz de contenerlo.

En otras palabras existía una correspondencia entre las medidas de capacidad y las de superficie; pero es interesante destacar que las unidades de capacidad – fijadas por los recipientes – variaban en España no solo entre las distintas provincias, sino también en cada Comuna, Municipio o propiedad feudal. En primer lugar por razones físicas: las medidas estaban hechas de materias determinadas, madera, piedra, metal, fibras, etc.; que se dilatan y contraen por la temperatura, se hinchan por la humedad, y se estiran, encogen, gastan y deterioran por el uso. Es, pues, difícil mantener patrones idénticos. En segundo lugar, el interés del señor, del dueño, del comprador o del vendedor puede hacer que las unidades varíen en uno u otro sentido de acuerdo con sus intereses. Incluso siendo la unidad material la misma, el modo de pesar o medir, con medida colmada o rasada, pueden hacer variar sustancialmente la capacidad o el peso de una medida. El caso extremo sería la utilización de una unidad grande para recibir y de una menor para dar. También influye la eficacia artesanal de los constructores. Así encontramos dentro de una misma región o provincia valores muy dispares para unidades del mismo nombre.

La medida de áridos era un instrumento que se deterioraba periódicamente y debía ser remendado, lo que facilitaba que se pudiera alterar su capacidad. Eran unos recipientes de madera que tenían en la parte superior un refuerzo de hierro para evitar su desgaste. Las villas en las que había “acarreo de trigo” debían tener a disposición del público en la alhóndiga municipal medidas de media fanega, cuarta y celemín.

Una regla general observada a lo largo de la historia es que cuanto más barato es un género, más deprisa se hace su medición y con menor precisión. Hoy día diríamos que tanto la técnica de medición como el instrumento deben adaptarse a la tolerancia de medida que deseamos comprobar y que, en efecto, mayores tolerancias permiten una medición más rápida y menos cuidada.

Como conclusión podemos señalar que las unidades de medida resultaron imprescindibles en todas las civilizaciones y que fueron adaptándose a las características propias de cada región, ya que pasaron de un continente a otro y se adaptaron a las características de cada estado o parte del mismo, se puede destacar que tampoco les fueron ajenos los sistemas de tenencia de la tierra; siendo de ello el más claro ejemplo las medidas propias de cada señor feudal. La conquista de América muestra también como particularidad la falta de homogeneidad, ya que cada expedicionario utilizaba las unidades propias de su región de origen.

El primer gran intento gubernamental en España para la unificación fue la Real Orden del 9/12/1852, publicada en la Gaceta de Madrid el 28/12/1852, (día de los inocentes) llamada Medidas y pesas legales de Castilla, donde se fijaba el valor superficial de cada unidad para cada una de las provincias de España, dando su equivalencia en varas castellanas y metros cuadrados.

Notas para aclarar conceptos

Se entiende por áridos: los granos, legumbres y otras cosas sólidas que se medían por volumen. La unidad empleada era una medida que contenía la cantidad de grano que un hombre adulto puede manejar sin problemas, algo más de 50 litros. La carga  y el carro  son unidades tanto de capacidad como de peso, ya que hacen referencia a la capacidad de transporte de un animal o de un vehículo, independientemente del tipo de unidad utilizada. La carga, era la cantidad de grano que podía acarrear una caballería, que contenía primitivamente cuatro fanegas toledanas que luego serán tres fanegas y pico (3,2) de Ávila, no alterándose de este modo su volumen, que se adecuaba a la capacidad de transporte de la acémila. Diversas referencias señalan que la carga eran entre tres y tres fanegas y media. La resistencia del animal le permitiría llevar cargas mayores o menores de grano, pero como luego se median en un recipiente la posible variación del tamaño de la carga no plantea problemas. Sin embargo, surgen estos cuando la carga es además la unidad métrica, como ocurre en el caso del carbón. Aquí el patrón de medida es la media carga, el costal de carbón, un saco de tela con una capacidad de 3,3 fanegas (183,15 litros).

Se utilizaba también a veces la carga como unidad de peso, así como algunas otras unidades específicas para ciertos productos al por mayor, como son la carga de bacalao, la barrica de grasa y el carro de brea. La carga consistía en dos o tres fardos y pesaban en total unas 300 libras, es decir unos 150 Kg. Igual que con los granos, la carga concreta transportada por un animal determinado podía variar, pero cuando se utiliza el término como unidad métrica contiene siempre lo mismo. Barricas, botas, pipas o toneles: la forma fusiforme de estos recipientes, las posibles variaciones del grosor de las duelas, y el largo, dificultaba la medida de la capacidad de las cubas, tanto por medio de su peso como estimando el volumen, problema en el que no vamos a entrar pero al que al menos había que hacer una referencia. La capacidad de estos recipientes se indicaba generalmente en azumbres.

El vino se transportaba, al igual que el aceite, en pellejos a lomos de caballería. La carga habitual de un animal serían dos odres  cada uno de los cuales contendría algo más de 5 arrobas, unos 80 litros, que con la tara pesarían aproximadamente las doce arrobas de peso habituales en la cargas (138 Kg.). La dificultad de precisar la capacidad de la pelleja de la cabra aclara porqué se pesaba el vino al por mayor ya que resultaba más cómodo en todas partes pesar el pellejo y descontar la tara. Cuartillo y cuartilla son conceptos metrológicos tradicionales castellanos que tenían varios usos según el contexto, refiriéndose a distintas unidades de medida. No deben confundirse con los distintos usos del término cuarto ni con los distintos usos del término cuarta. No a todos los conquistadores se les concedieron encomiendas, a algunos se les dieron pequeñas concesiones de tierra sin ninguna jurisdicción sobre los indios. Esas concesiones eran de dos clases:1) La Peonía consistente en una superficie de 40 a 80 Hectáreas (aunque hay quienes las consideraban no mayores de 10 Hectáreas) de diversas clases de tierra que se consideraban necesarias para la manutención de una sola familia; 2) la caballería, 5 veces mayor que la peonía (o 43 Hectáreas, según los casos). Aunque esas parcelas eran pequeñas, muchas veces servían de núcleo para la incorporación de propiedades mayores. Numerosas personas fueron anexionándose poco a poco las tierras contiguas a las suyas propias, obtenían después la confirmación de los títulos. Se ignora la cantidad de tierras que se adquirieron así, pero se cree que éste fue el origen de muchas haciendas. Tradicionalmente, el arqueo de un buque se ha denominado también tonelaje. Pero en este contexto, el término «tonelaje» no implica peso sino volumen, lo que es propiamente el peso del barco, es decir, el peso del casco, motor, accesorios, etc. se llama desplazamiento standard; lo más habitual es utilizarlo en el sentido de arqueo o capacidad para carga comercial. La palabra tonelaje proviene del siglo XVIII, época en la que se realizaba un intenso comercio de vino de Jerez en toneles de madera desde España a Gran Bretaña. El número de toneles, de aproximadamente el mismo tamaño, que podía transportar el buque era el dato más representativo de su capacidad comercial, con el tiempo los toneles se normalizaron y pesaban llenos unos 1.016 Kg.

La mayor parte  de estas unidades se han contrastado y comprobado en la medida de lo posible, aunque en algunos casos las variaciones dentro de la misma unidad son tan grandes de unas zonas a otras, que el valor indicado nos puede servir como referencia y nunca como valor absoluto.